El miedo que me frenó… y el que me salvó

Hubo un tiempo en que el miedo gobernaba mis decisiones disfrazado de prudencia o exceso de análisis, frenándome incluso frente a proyectos que me ilusionaban profundamente. Descubrí que no era la falta de capacidades lo que me detenía, sino la falta de confianza en mí mismo. El miedo, lejos de ser el enemigo, es una señal que nos alerta de que algo valioso está en juego; si sabemos escucharlo, puede impulsarnos en lugar de bloquearnos. Aprendí a distinguir entre el miedo funcional, que me prepara, y el paralizante, que me limita, y comprendí que no se trata de eliminar el miedo, sino de avanzar con él a nuestro lado, transformándolo en aliado en lugar de carcelero.