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Por mi culpa, por mi culpa… ¿hasta cuándo?

Por mi culpa, por mi culpa… ¿hasta cuándo?

Durante años, la culpa fue una presencia silenciosa que marcó mi relación con el cuerpo, la comida y conmigo mismo. No gritaba, pero pesaba; se colaba en cada decisión, en cada espejo, en cada juicio interno disfrazado de exigencia sana. Aprendí que esta culpa no nacía solo de mí, sino de mandatos culturales y voces externas que nos enseñan a cargar con la responsabilidad emocional de todo, hasta de nuestras emociones y elecciones. El coaching ontológico me ayudó a mirar esta emoción con compasión, a distinguir entre el juicio y el hecho, y a transformar la culpa en conciencia. Hoy entiendo que no se trata de eliminarla, sino de preguntarnos qué sentido tiene seguir sosteniéndola y qué cambiaría si nos tratáramos con más amabilidad. Porque el problema no es sentir culpa, sino permitir que nos defina.

Víctor Figueroa
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