Lo que realmente nos asusta de la IA (y no tiene que ver con algoritmos)

No es la inteligencia artificial lo que nos amenaza, sino la forma en que decidimos —o evitamos— relacionarnos con ella. Detrás del escepticismo burlón o de la negación tajante suele esconderse un miedo más profundo: a perder el control, a sentirnos reemplazables, a cuestionar lo que creíamos saber. Pero mientras nos reímos o cerramos los ojos, otros avanzan, y con ellos crecen las brechas, los sesgos y los usos sin conciencia. El verdadero reto no es aprender a usar una herramienta, sino recuperar el pensamiento crítico, la ética y la conversación como pilares de nuestra relación con la tecnología. No se trata de convencerse, sino de comprender. Y para eso, necesitamos educación que enseñe a pensar, no solo a hacer clic. Porque si no entrenamos la mirada humana con la que vamos a habitar este futuro híbrido, serán otros —máquinas, intereses, algoritmos— quienes definan por nosotros lo que es real, lo que es justo y lo que es posible.