¿Cuánto falta para llegar?

Durante la infancia, los viajes largos me enseñaron a impacientarme, a vivir esperando el destino sin saber disfrutar del trayecto. Décadas después, descubro que sigo haciéndolo: pospongo la plenitud, como si la felicidad estuviera siempre por venir, al otro lado de un logro, un cambio o una validación. En este texto reflexiono sobre cómo nuestras conversaciones internas —esas que nos dicen “todavía no es suficiente” o “ya llegará el momento”— nos exilian del presente, nos desconectan del único lugar real: el aquí y ahora. Desde el coaching ontológico, aprendemos que el observador que somos moldea nuestra experiencia, y si estamos atrapados en la espera, construimos un mundo de ansiedad y carencia. Pero podemos elegir otra forma de estar: una presencia consciente, una práctica cotidiana que honra lo que ya es. Quizás la pregunta no sea “¿cuánto falta?”, sino “¿cuánto hay aquí?”, y tal vez el verdadero destino no sea un lugar, sino una forma de habitar la vida con autenticidad y atención plena.