IA para todos: cómo transitar este cambio sin quedarse fuera

La inteligencia artificial no es solo una herramienta, es el síntoma de un cambio de era que nos interpela a cada quien desde su lugar: la curiosidad, el miedo, la desconexión o la esperanza. No todos partimos del mismo sitio, pero todos estamos llamados a decidir cómo queremos vivir este cambio. Más allá de la técnica, esto va de emociones, de sentido, de comunidad. Aprender a convivir con la IA no significa saber programar, sino reconocer lo que sentimos, elegir desde ahí, formarnos con criterio y compartir lo que descubrimos. Porque este proceso no es individual ni lineal: es colectivo, diverso y profundamente humano. Y frente a una tecnología que transforma estructuras, nuestra mayor fuerza sigue estando en lo que somos capaces de pensar, sentir y construir juntos.
La forma en la que hablas… ¿te acerca o te aleja?

Hablar no es simplemente emitir palabras: es construir realidad, influir en vínculos y reflejar quiénes somos. Acompañando a personas y organizaciones, he descubierto que lo que transforma no es solo el conocimiento que comparto, sino cómo lo comunico: la forma en que pregunto, escucho, respondo y me vinculo. El lenguaje es más que una herramienta: es un espejo de nuestra autoestima. Cuando reaccionamos desde la imposición, la necesidad de tener razón o la urgencia de validación, muchas veces estamos hablando desde nuestras propias heridas. Desde el coaching ontológico, aprendemos a identificar estas trampas del lenguaje automático —como “no me queda otra” o “tú siempre”— que nos alejan del poder de elección. Hablar con responsabilidad implica expresarnos desde la autenticidad, la escucha y la coherencia, usando el lenguaje como puente, no como arma. Porque en cada palabra se juega la posibilidad de acercarnos, de sanar, de crear futuros distintos. Cambiar el modo en que hablamos es también una forma profunda de transformar el modo en que vivimos.
¿Y tú, en qué punto estás con la IA? Una revolución silenciosa que ya nos alcanza

La inteligencia artificial no ha irrumpido de golpe, pero ya está transformando silenciosamente la forma en que vivimos, trabajamos y decidimos. No todos llegamos desde el mismo lugar, y por eso es tan importante reconocer que nuestras emociones —miedo, desconcierto, entusiasmo o rechazo— también forman parte del proceso. Frente a una tecnología que avanza exponencialmente, más urgente que dominar herramientas es recuperar el criterio: preguntarnos qué sentido tiene todo esto y qué lugar queremos ocupar en esta nueva era. Porque esta revolución no se trata solo de códigos, sino de conversaciones. De elegir, con conciencia y con humanidad, cómo queremos vivir el cambio. Y lo más poderoso no es saberlo todo, sino animarse a empezar… sin quedarse fuera.
Del salario a la renta: cinco claves para entender el valor en la era post-laboral

En un mundo donde la inteligencia artificial empieza a reemplazar tareas —e incluso profesiones completas—, el salario ya no puede entenderse solo como una cifra económica, sino como símbolo de identidad, pertenencia y dignidad. El trabajo humano, históricamente ligado al sustento y al sentido, se ve amenazado por la automatización, lo que obliga a repensar no solo el empleo, sino el modelo de redistribución y reconocimiento en la era post-laboral. ¿Seguiremos vinculando el derecho a vivir con la capacidad de producir? Iniciativas como la renta básica universal abren un debate urgente: cómo sostener la cohesión social, la autoestima colectiva y el propósito compartido en un futuro donde producir ya no será el único camino para existir con dignidad.
Nos habíamos perdido… y aún así, nos encontramos gracias al amor

Diez años después de la boda que cambió mi vida, sigo recordando aquel 20 de junio como el día más feliz que he vivido: un atardecer cargado de emoción, música, familia y sentido, sellado por la llegada de mi mujer entre lágrimas y la melodía de una canción compuesta en secreto para ella. Sin embargo, lo más valioso no fue solo la promesa hecha ese día, sino el viaje posterior, lleno de luces y sombras, de silencios que dolían y de preguntas que lo transformaron todo. Hubo momentos en los que el amor pareció dormirse, consumido por la rutina, hasta que una pregunta —“¿Nos queremos?”— lo despertó. Esa pregunta marcó el inicio de un reencuentro consciente, de un nuevo compromiso más maduro y auténtico. He aprendido que amar no es continuar por inercia, sino elegir todos los días, incluso en la incertidumbre, incluso con heridas. Y por eso, hoy no celebro solo un aniversario: celebro la valentía de reconstruirnos, la memoria de quienes nos acompañaron y el valor de habitar los vínculos con presencia y verdad.
¿Quién decide el rumbo de la inteligencia artificial?

En la era de la inteligencia artificial, muchas de las decisiones que afectan nuestras vidas se están tomando sin nuestra participación, en despachos lejanos y por actores con intereses concentrados. Mientras la tecnología avanza a gran velocidad, surgen desigualdades, vacíos éticos, impactos ecológicos y brechas sociales que exigen ser abordados con urgencia. La pregunta ya no es solo qué puede hacer la IA, sino quién decide cómo se usa, con qué límites y con qué propósito. Como ciudadanía, tenemos el derecho —y la responsabilidad— de exigir transparencia, participación y una inteligencia artificial que esté al servicio del bien común, no del poder concentrado. El futuro no debe ser impuesto: debe ser construido entre todos, con justicia, conciencia y sentido.
Diseñar el futuro: la conversación pendiente con uno mismo

Cuando el futuro que había imaginado empezó a desdibujarse, comprendí que los quiebres no siempre llegan con estruendo, pero sí con la fuerza suficiente para hacer tambalear lo conocido. El acoso laboral que viví no solo me enfrentó al desgaste físico y emocional, sino que me obligó a replantear la vida que había construido. Fue entonces cuando descubrí que el futuro no es un destino fijo, sino una conversación que puedo rediseñar desde el coaching ontológico. Comprendí que tener visión no es simplemente trazar metas, sino conectarme con la persona que deseo ser y el sentido que quiero dar a mis acciones. Entre lo que soy y lo que quiero ser existe una tensión creativa que no debe silenciarse, sino habitarse con coraje. Hoy camino desde esa conversación interna, consciente de que no tengo certezas, pero sí la voluntad de seguir diseñando un futuro alineado con mis valores, honrando mis quiebres como puntos de inflexión que abren nuevas posibilidades.
¿Estamos listos para una IA que actúa sin pedir permiso?

Los agentes autónomos representan una nueva generación de inteligencia artificial capaz de tomar decisiones, ejecutar tareas complejas y actuar sin supervisión directa. Esta promesa de automatización total abre la puerta a una productividad sin precedentes, pero también plantea dilemas profundos sobre control, responsabilidad y autonomía humana. ¿Qué sucede cuando una IA actúa demasiado bien o traspasa límites sin que lo notemos? Delegar no es lo mismo que desconectarse. Por eso, más allá de la eficiencia, necesitamos una conversación ética sobre qué tareas estamos dispuestos a ceder y dónde trazamos la línea para que el futuro digital no avance más rápido de lo que somos capaces de comprender y gobernar.
Ese instante donde todo cambia (aunque nada se rompa)

Los quiebres no siempre se presentan con estruendo; a veces llegan como susurros que remueven lo más profundo sin alterar la superficie. En mi experiencia, han tomado la forma de un cuerpo que se rebela ante el acoso laboral, una traición inesperada de un amigo cercano o un proyecto ilusionante que no prospera. Cada uno marcó una ruptura con mi forma habitual de habitar la vida y me obligó a detenerme, a mirar distinto, a reinventarme. En el coaching ontológico, el quiebre no se ve como un problema, sino como una oportunidad para observarnos, cuestionar nuestras creencias y abrir nuevas posibilidades. Reconocer el quiebre es el primer paso hacia la transformación, porque no hay crecimiento sin interrupciones, sin grietas por donde pueda entrar la luz.
¿Puede una IA curar el alma? El impacto emocional de delegar en máquinas

Cada vez más personas acuden a ChatGPT como si fuera un confidente emocional, buscando en la IA consuelo, escucha y compañía. Esta tendencia revela tanto el potencial de la inteligencia artificial como sus límites: aunque puede ofrecer respuestas sin juicio y disponibilidad constante, no reemplaza la calidez ni la profundidad del vínculo humano. A medida que la IA asume tareas emocionales y profesionales, también desafía nuestra autoestima, identidad y sentido de propósito. La clave no está en rechazarla, sino en integrarla con consciencia, protegiendo nuestra conexión emocional con los demás y recordando que el bienestar humano no puede automatizarse. En un mundo hiperconectado, necesitamos más que nunca volver a lo esencial: la relación, la empatía y el sentido.