You need to enable JavaScript to use the communication tool powered by OpenWidget

10 lecciones de liderazgo que nos deja Pepe Mujica

10 lecciones de liderazgo que nos deja Pepe Mujica

 

Durante semanas he sentido la necesidad de escribir sobre Pepe Mujica. Especialmente al observar la deriva en la que se encuentra el mundo. Falta algo esencial. Faltan líderes.

Y no me refiero a cargos ni títulos. Me refiero a referentes éticos, humanos, valientes. Personas que, más que hablar de valores, los encarnan. Que lideran con el ejemplo. Que inspiran no por lo que dicen, sino por cómo viven.

Ayer falleció Pepe Mujica. Y con él, se va una figura que supo liderar desde la humildad, la rebeldía ética y el coraje de ser coherente en un mundo lleno de máscaras.

Hoy no quiero hacerle un homenaje solemne. Prefiero compartir contigo lo que me enseñó a través de sus palabras y su forma de estar en el mundo. Porque sus frases no eran solo discursos: eran declaraciones de principios vividos.

Aquí van 10 lecciones que nos deja para quienes creemos en el poder transformador del liderazgo humano.

1. La coherencia entre el decir y el hacer

“No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad.”

En tiempos donde la política y el liderazgo suelen estar marcados por la doble moral y los discursos vacíos, Mujica eligió vivir como hablaba. No como una estrategia, sino como una declaración de principios. No necesitaba convencer: su forma de vida era su argumento más poderoso.

Durante su mandato como presidente de Uruguay (2010–2015), renunció a los privilegios del cargo. Rechazó la residencia oficial, vivía en su modesta chacra, conducía su viejo Volkswagen Escarabajo y donaba el 90% de su salario a causas sociales. Lo que para otros era símbolo de estatus, para él era una carga innecesaria.

Su mensaje era claro: la ética no se predica, se encarna. Porque cuando el liderazgo se basa en la coherencia, no hace falta levantar la voz para hacerse escuchar.

Esto nos interpela profundamente. Nos invita a revisar si hay coherencia entre nuestro lenguaje público y nuestras acciones privadas.

¿Estoy viviendo de acuerdo a los valores que promuevo? ¿Mi liderazgo inspira porque es auténtico… o solo porque suena bien?

El ejemplo de Mujica es incómodo, porque desnuda la incoherencia que muchas veces sostenemos sin darnos cuenta. Pero también es inspirador, porque nos recuerda que es posible liderar con el alma y con los pies en la tierra. Sin espectáculo. Sin artificios. Solo con verdad.

2. El poder como medio para servir, no para enriquecerse

“A los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política. Son un peligro.”

Pepe Mujica no solo fue austero en su estilo de vida: también fue radicalmente claro en su visión del poder. Para él, gobernar no era una oportunidad para acumular, sino una responsabilidad para servir. Y esa afirmación, tan simple como demoledora, cuestiona de raíz la forma en que muchos líderes se relacionan con la política y el poder.

En una época en la que los cargos públicos parecen —a menudo— plataformas para el beneficio personal, Mujica nos recordó que el liderazgo auténtico no se mide por lo que uno obtiene, sino por lo que uno entrega.

No condenaba el dinero como recurso, sino como obsesión. No criticaba a quien prospera, sino a quien pone la avaricia por encima del bien común. Porque cuando el deseo de poder está contaminado por el deseo de enriquecerse, el liderazgo pierde su esencia y se convierte en una amenaza.

Esta lección nos invita a revisar la intención que guía nuestras acciones. El poder, en cualquier ámbito (político, profesional, incluso familiar), puede ser un vehículo para la transformación… o un atajo para la autoafirmación egóica.

¿Desde qué lugar estoy ejerciendo mi influencia? ¿Estoy al servicio de algo más grande que yo… o me estoy sirviendo de los demás para llenar vacíos personales?

Liderar desde el servicio no es debilidad: es madurez. Requiere hacernos cargo, mirar más allá del beneficio inmediato y recordar que cada decisión deja huella en la vida de otros.

Mujica lo entendió. Y vivió como un custodio del poder, no como su dueño.

3. La libertad como valor supremo

“Ser libre es gastar la mayor cantidad de tiempo de nuestra vida en aquello que nos gusta hacer.”

Para muchos, la libertad es una palabra bonita, un ideal abstracto que se menciona en discursos y se enarbola en debates. Para Mujica, la libertad era algo profundamente concreto. No la definía en términos jurídicos ni filosóficos, sino cotidianos: ¿cuánto tiempo de tu vida puedes dedicar a lo que realmente amas?

En esta frase hay una revolución silenciosa. Porque nos invita a replantear el modo en que vivimos. ¿Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar? ¿Somos dueños de nuestro tiempo o esclavos de nuestras obligaciones?

Mujica proponía una libertad que no dependía del consumo, del prestigio o de los aplausos. Una libertad despojada de adornos, pero cargada de sentido. Y eso —en un sistema que nos empuja a producir más, consumir más, demostrar más— es casi un acto subversivo.

Desde el coaching ontológico, entendemos que la libertad no es solo una condición externa, sino un espacio interno que se construye con conciencia. Muchas veces no somos libres, no porque alguien nos encadene, sino porque vivimos presos de creencias, juicios o mandatos que nunca cuestionamos.

¿A qué estoy renunciando en nombre de la seguridad? ¿Estoy eligiendo mi camino… o simplemente reaccionando a lo que se espera de mí?

La libertad, tal como la vivió Mujica, no es hacer lo que uno quiere sin consecuencias. Es poder elegir con sentido, y sostener esa elección con responsabilidad.

Es mirar la vida de frente, y preguntarse con honestidad: ¿Esto que hago cada día me acerca a lo que amo… o me aleja de mí?

4. La importancia de la paz y la reconciliación

“Luchar por la paz es luchar por la vida humana.”

Pepe Mujica sabía de guerra, cárcel, tortura… y aun así eligió la paz. Quizás por eso, sus palabras tienen un peso distinto: no venían del idealismo, sino de la experiencia.

Como exguerrillero tupamaro, estuvo preso durante 13 años en condiciones infrahumanas. Sin embargo, cuando recuperó su libertad y asumió roles de liderazgo político, no buscó revancha. Buscó reconciliación. No levantó muros, tendió puentes.

En Colombia, su papel como mediador durante el proceso de paz lo confirmó como una figura moral más allá de las fronteras. Su mensaje no era ingenuo: entendía que la paz no es ausencia de conflicto, sino presencia activa de voluntad, diálogo y humanidad.

Desde el coaching ontológico, Mujica nos desafía a mirar cómo gestionamos nuestros propios conflictos. ¿Desde qué emocionalidad escuchamos al otro? ¿Desde qué lenguaje narramos nuestras heridas o diferencias? ¿Queremos tener razón… o queremos sanar?

Reconciliar no es olvidar. Es transformar el dolor en aprendizaje y el resentimiento en posibilidad. Y eso requiere un tipo de liderazgo que no se base en el orgullo, sino en la compasión.

¿Qué heridas no he perdonado aún? ¿A qué conflicto me aferro por miedo a perder identidad, control o razón?

La paz no empieza en los tratados internacionales. Empieza en cómo me relaciono conmigo, con mi historia, con los otros. Mujica eligió no quedar atrapado en su pasado. Lo usó como abono para cultivar algo más grande.

Y nos enseñó que la paz también se lidera. Se practica. Se entrena. Se siembra.

5. Una crítica profunda al consumismo

“Prometemos una vida de derroche y despilfarro, que en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro.”

Pepe Mujica no solo criticó el consumismo desde la teoría. Lo hizo desde su propia forma de vivir. Rechazó el mandato moderno que iguala éxito con acumulación. Señaló, sin rodeos, que detrás de nuestro modelo de vida hay una promesa falsa: que tener más nos hará más felices.

Y no lo decía desde la carencia, sino desde la elección consciente. Porque entendía que cuando una sociedad pone el “tener” por encima del “ser”, se enferma. Se vacía. Pierde el sentido.

En una de sus intervenciones más recordadas en la ONU, dijo que estamos hipotecando el planeta para sostener un estilo de vida que ni siquiera nos satisface. Que trabajamos horas interminables para comprar cosas que no necesitamos, para impresionar a personas que no nos importan.

Desde el coaching ontológico, esta crítica nos lleva a revisar las conversaciones que sostenemos con nosotros mismos sobre el valor, el éxito y la plenitud. ¿Qué significa “vivir bien” para mí? ¿A qué estoy atado que no me deja respirar?

¿Estoy comprando para compensar vacíos? ¿Estoy viviendo con lo que necesito… o lo que me dijeron que debería necesitar?

El consumismo no es solo un hábito económico. Es un lenguaje, una emocionalidad, una identidad prestada. Mujica nos invita a desprendernos de la idea de que más es mejor, y a volver a lo esencial: el tiempo, la libertad, los vínculos, la conexión con la naturaleza.

Porque tal vez, como él decía, “el pobre no es el que tiene poco, sino el que necesita infinitamente mucho”.

6. Resiliencia ante la adversidad

“Lo imposible cuesta un poco más, y derrotados son sólo aquellos que bajan los brazos y se entregan.”

Pepe Mujica pasó más de una década en prisión. No en condiciones dignas, sino encerrado en un calabozo húmedo, sin luz, sin contacto humano, muchas veces al borde de perder la razón. Y aun así, no se rindió.

Cuando salió de la cárcel no lo hizo con sed de venganza, sino con una voluntad fortalecida. Decidió seguir apostando por la democracia, por la justicia social, por la palabra. Lo que para muchos habría sido el fin, para él fue una transformación.

Esa es la verdadera resiliencia: no se trata solo de resistir el golpe, sino de reconstruirse con más conciencia y propósito.

Desde el coaching ontológico, Mujica nos invita a observar nuestras interpretaciones frente a los momentos difíciles. Porque no es el hecho en sí el que determina nuestra vida, sino el significado que le damos, la historia que elegimos contar sobre eso que nos pasó.

¿Me estoy viendo como víctima de lo que viví… o como protagonista de lo que puedo crear? ¿Estoy usando mis caídas como excusas… o como materia prima para crecer?

La resiliencia no es negación del dolor. Es la capacidad de atravesarlo con apertura, sin perder la capacidad de amar, de confiar, de seguir.

Mujica no nos enseñó a evitar el sufrimiento, sino a dignificarlo. A no quedarnos atrapados en el rencor ni en la autocompasión. A levantarnos, una y otra vez, con más humildad y más templanza.

Porque, como él mismo decía, “la vida se puede golpear mucho, pero siempre tiene una chispa de sentido si uno no baja los brazos.”

7. La política como vocación, no como carrera

“La política no es un pasatiempo, no es una profesión para vivir de ella, es una pasión con el sueño de intentar construir un futuro social mejor.”

Pepe Mujica nunca entendió la política como un trampolín personal. Para él, era una entrega. Un compromiso con lo colectivo. No buscaba ser presidente para ostentar, sino para transformar. Y lo logró, no tanto desde la gestión técnica (aunque también), sino desde la fuerza ética de su ejemplo.

En un tiempo donde la política parece muchas veces una plataforma para alimentar egos, intereses o carreras, Mujica se desmarcó. Nos recordó que el liderazgo político debería surgir del deseo profundo de servir, no de la ambición de figurar.

Su vocación estaba cargada de sentido. No hablaba de política como estrategia electoral, sino como una forma de construir dignidad, de acompañar procesos sociales, de mirar al otro con humanidad.

Desde el coaching ontológico, esta lección nos invita a mirar cuál es la intención que sostiene nuestras elecciones profesionales o personales. Porque no solo los políticos ejercen poder: todos influimos, todos lideramos de alguna forma.

¿Desde qué propósito estoy ocupando el lugar que tengo hoy? ¿Estoy aquí para crecer… o para contribuir? ¿Para ser reconocido… o para marcar la diferencia?

Cuando perdemos de vista la vocación, caemos fácilmente en la rutina, el cinismo o la competencia destructiva. Pero cuando recordamos para qué hacemos lo que hacemos, recuperamos la energía, la dirección y el sentido.

Mujica no necesitó una campaña millonaria para liderar: le bastó con tener un para qué claro. Y sostenerlo, incluso cuando dolía.

8. Humildad como forma de liderazgo

En un mundo que exalta la apariencia, el ruido y la grandilocuencia, Pepe Mujica eligió liderar desde un lugar radicalmente distinto: la humildad. Y no como gesto decorativo, sino como forma de estar en el mundo.

Nunca habló desde el pedestal. No necesitó retórica sofisticada ni estrategias de imagen. Su autoridad venía de la coherencia, del servicio, de su sencillez. Podía compartir una mateada con campesinos o dialogar con líderes mundiales sin perder su esencia.

Y es que para él, el poder no era excusa para sentirse más que nadie. Era una oportunidad para mirar a los ojos, para estar cerca, para escuchar de verdad.

La frase que encabeza esta lección lo resume bien. Mujica no se anclaba en glorias pasadas ni buscaba reconocimiento por lo vivido. Siempre estaba más interesado en lo que quedaba por construir que en lo que ya había hecho. Y esa actitud, profundamente humilde, lo mantuvo en movimiento, aprendiendo, sirviendo.

Desde el coaching ontológico, la humildad no se entiende como sometimiento, sino como la apertura a seguir aprendiendo, incluso cuando lideras. El humilde no es quien se calla, sino quien no necesita imponerse para ser escuchado. Quien reconoce que no tiene todas las respuestas… y por eso se rodea, pregunta, colabora.

¿Qué lugar ocupa la humildad en mi forma de liderar? ¿Puedo sostener mi autoridad sin disfrazarla de superioridad? ¿Estoy abierto a cambiar de opinión, a equivocarme, a aprender de otros?

La humildad de Mujica no era falsa modestia. Era sabiduría práctica. Sabía que cuanto más alto subimos, más importante es no olvidar de dónde venimos. Porque quien pierde la humildad, pierde también el vínculo con la realidad y con los demás.

Y Mujica, incluso siendo presidente, nunca dejó de estar cerca del pueblo, del barro, de lo real.

Su vida fue un constante “volver a empezar”, con los pies en la tierra y la mirada en lo posible.

9. La solidaridad como motor del liderazgo

“No se dejen robar la juventud de adentro. […] Está unida a una palabra muy simple y muy pequeña: solidaridad con la condición humana.”

Cuando Mujica hablaba de juventud, no se refería solo a la edad biológica. Se refería a esa chispa interna que nos mantiene vivos, sensibles, movilizados por el dolor ajeno, con capacidad de indignarnos ante la injusticia y actuar para transformarla. Para él, la juventud era una postura ética, no un número.

Y en el centro de esa juventud interior estaba la solidaridad. No como gesto esporádico, sino como una forma de mirar la vida. Mujica nos recordaba que no vinimos al mundo para salvarnos solos. Que el individualismo no es libertad, sino aislamiento. Y que la verdadera humanidad florece cuando reconocemos en el otro parte de nosotros mismos.

Su liderazgo estaba atravesado por esta convicción: la suerte de uno no puede estar desligada de la suerte de todos. Por eso sus decisiones políticas siempre miraban hacia los más vulnerables. Por eso hablaba desde la compasión, no desde el cálculo.

Desde el coaching ontológico, esta lección toca una fibra esencial: la manera en que interpretamos nuestra identidad y nuestra relación con los demás. Si me pienso como un ser separado, compito, desconfío, me protejo. Pero si me reconozco en el otro, incluso en sus errores y dolores, entonces me abro a colaborar, a acompañar, a liderar con generosidad.

¿Cómo me vinculo con quienes sufren? ¿Desde el juicio, la lástima… o la empatía comprometida? ¿Qué tan dispuesto estoy a poner mis talentos al servicio de algo más grande que yo?

La solidaridad que Mujica defendía no era caridad. Era conciencia. Era la certeza de que no hay futuro posible sin comunidad. Y que liderar es, en gran parte, cuidar del otro como si fuera uno mismo.

10. Vivir con sentido, no con exceso

“Si tuviera muchas cosas tendría que ocuparme de ellas. La verdadera libertad está en consumir poco.”

En tiempos donde la política y el liderazgo suelen estar marcados por la doble moral y los discursos vacíos, Mujica eligió vivir como hablaba. No como una estrategia, sino como una declaración de principios. No necesitaba convencer: su forma de vida era su argumento más poderoso.

Durante su mandato como presidente de Uruguay (2010–2015), renunció a los privilegios del cargo. Rechazó la residencia oficial, vivía en su modesta chacra, conducía su viejo Volkswagen Escarabajo y donaba el 90% de su salario a causas sociales. Lo que para otros era símbolo de estatus, para él era una carga innecesaria.

Su mensaje era claro: la ética no se predica, se encarna. Porque cuando el liderazgo se basa en la coherencia, no hace falta levantar la voz para hacerse escuchar.

Desde el coaching ontológico, esto nos interpela profundamente. Nos invita a revisar si hay coherencia entre nuestro lenguaje público y nuestras acciones privadas.

¿Estoy viviendo de acuerdo a los valores que promuevo? ¿Mi liderazgo inspira porque es auténtico… o solo porque suena bien?

El ejemplo de Mujica es incómodo, porque desnuda la incoherencia que muchas veces sostenemos sin darnos cuenta. Pero también es inspirador, porque nos recuerda que es posible liderar con el alma y con los pies en la tierra. Sin espectáculo. Sin artificios. Solo con verdad.


Una mirada desde el coaching ontológico

Desde el coaching ontológico, entendemos al ser humano como una unidad entre cuerpo, emoción y lenguaje. Observamos no solo lo que hace una persona, sino desde qué conversaciones internas y externas lo hace, qué mundo construye con sus palabras, y cómo sus emociones sostienen o limitan sus acciones.

Pepe Mujica encarnó una forma de liderazgo profundamente coherente con esta mirada. Su discurso no era retórica vacía: hablaba desde una vivencia, desde un cuerpo que había habitado la cárcel, la lucha, el amor por la tierra y el compromiso con la paz. Su lenguaje no era decorativo, era generativo: creaba realidades posibles, invitaba a la reflexión y abría conversaciones necesarias.

En un mundo donde el poder suele desconectarse del alma, Mujica fue un líder que eligió ser antes que parecer, y servir antes que mandar. Nos enseñó que el liderazgo no se trata de tener todas las respuestas, sino de hacerse las preguntas correctas y mantener viva la conversación sobre lo que realmente importa.

Desde el coaching ontológico, podríamos decir que Mujica vivió como un observador transformado. Y, desde ese lugar, transformó también la manera en que muchos miraban la política, el consumo, la libertad y la vida misma. Nos deja una pregunta poderosa:

¿Estoy liderando mi vida desde la coherencia, la libertad y la humildad, o desde el miedo, el ego y la apariencia?

Tal vez, como él, también podamos empezar por liderarnos a nosotros mismos, y desde ahí, contribuir a un mundo con más sentido y más humanidad.

Quizás hoy, más que nunca, necesitamos menos líderes “perfectos” y más referentes humanos.

#BitácoraOntológica #PepeMujica #LiderazgoConSentido #Autenticidad #CoachingOntológico #HumildadRevolucionaria #LegadoVivo

Compartir entrada en:

Newsletter

Accede a contenidos clave sobre Inteligencia Artificial, emprendimiento y transformación personal.​

Víctor Figueroa
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.