¿Y tú, en qué punto estás con la inteligencia artificial?
Quizá la evitas con una mezcla de desinterés y desconfianza, como quien no quiere ver una tormenta que ya está en el horizonte. Puede que sientas que todo esto va contigo, pero también contra ti. Tal vez la velocidad con la que avanza te abruma, te desborda, te deja atrás incluso antes de haber empezado. Hay quien confiesa que la IA le paraliza, como si estuviéramos ante algo demasiado grande para procesar. Otros, en cambio, se han atrevido a dar el paso: la están probando, tanteando, ensayando cómo puede ayudarles en el trabajo, en su día a día. Y por supuesto, están quienes ya la integran en su vida con soltura, conscientes de que no se trata sólo de aprender herramientas, sino de anticiparse a un cambio que está transformando la forma en que pensamos, creamos, decidimos.
Ninguna de estas posiciones es buena o mala en sí misma. Todas hablan de un lugar emocional desde el cual nos estamos relacionando con este fenómeno. Y eso es precisamente lo que necesitamos explorar.
Una revolución que no se ve, pero se siente
La inteligencia artificial no ha llegado de golpe. No ha sido una irrupción sonora ni un cambio brusco. Ha sido una filtración lenta, casi invisible, como el agua que se cuela por una grieta y, con el tiempo, modifica por completo la estructura que la contiene. Ha entrado en nuestras vidas a través de recomendaciones musicales, sugerencias de películas, rutas de GPS, filtros de spam, respuestas automáticas. Y un día, sin previo aviso, nos damos cuenta de que ya está aquí. Que ya ha cambiado cosas. Que también nos está cambiando a nosotros.
Y sin embargo, hablamos poco de esto. Nos detenemos poco a pensar cómo nos hace sentir. Apenas compartimos cómo impacta en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, en nuestra autoestima incluso. Hay una revolución silenciosa en marcha, y el silencio más preocupante no es el suyo, sino el nuestro.
El miedo no es nuevo, pero está más cerca
Hace dos siglos, los artesanos ingleses que veían peligrar sus oficios por la aparición de los telares industriales decidieron destruir las máquinas. Los llamaron luditas. Hoy ya no rompemos con martillos lo que no entendemos, pero seguimos activando formas de resistencia más sutiles: el escepticismo, la negación, la ironía, la indiferencia. Y en el fondo, sigue siendo miedo.
No es fácil aceptar que el conocimiento que nos ha servido durante años puede quedar obsoleto en cuestión de meses. Que lo que ayer nos daba seguridad hoy puede volverse insuficiente. Pero esto no es nuevo. La historia está llena de profesiones que desaparecieron y de personas que supieron transformarse.
“Cada oficio que desaparece nos recuerda que adaptarse no es traicionar el pasado, sino honrarlo evolucionando.” (Víctor Figueroa)
Nuestra mente piensa en línea recta… pero el mundo ya no
Estamos acostumbrados a los cambios que vienen poco a poco. A procesos que podemos anticipar, planificar, asimilar. Pero la IA no avanza así. Su lógica es exponencial: no suma, multiplica. Mientras nosotros nos tomamos un tiempo para entender una nueva herramienta, ya han salido tres versiones nuevas.
Y no es una cuestión de moda, es una cuestión estructural. Vivimos en una realidad que se transforma a una velocidad que desafía nuestra forma de pensar. Por eso sentimos que no llegamos, que todo va demasiado rápido. No es sólo percepción. Es un desajuste real entre el tiempo que necesitamos para comprender y el tiempo que impone la tecnología.
Aceptar esto no significa rendirse. Significa cambiar de estrategia. No se trata de correr más, sino de aprender a orientarnos mejor. Saber hacia dónde mirar. Y con quién.
¿Y si no fuera solo una revolución tecnológica, sino una crisis de sentido?
Hay quien sostiene que estamos entrando en una quinta revolución industrial. Pero a diferencia de las anteriores, esta no está definida solo por la maquinaria, sino por la forma en que la usamos. Ya no se trata de producir más, sino de vivir distinto. De pensar distinto. De decidir qué queremos que haga la IA por nosotros… y qué no debería hacer nunca.
La inteligencia artificial plantea preguntas que no se responden con código, sino con criterio. Cuestión de ética, de responsabilidad, de intención. Por eso necesitamos espacios para detenernos. Para hablar. Para pensar juntos.
Necesitamos más conversaciones y menos respuestas rápidas
Por eso, el pasado jueves, decidí facilitar el webinario “La revolución silenciosa de la IA”. No como un experto que viene a enseñar, sino como alguien que también está haciéndose preguntas. Un espacio sin tecnicismos, sin jerga, sin presión. Solo personas reales, compartiendo su relación con este cambio.
Fue revelador. Porque cuando generamos un entorno de confianza, lo que emerge no es el miedo, sino la honestidad. Descubrimos que no estamos solos en nuestras dudas. Y que es posible avanzar, incluso con incertidumbre.
No se trata de dominar herramientas, sino de recuperar el criterio
La IA puede escribir, diseñar, calcular, sugerir. Pero no puede elegir por ti qué es importante. No puede decirte por qué haces lo que haces. No puede reemplazar la intuición, la empatía, el juicio, el compromiso.
Lo urgente no es aprender prompts, sino formular buenas preguntas. Cuestionar para qué queremos esta tecnología. Y qué lugar queremos seguir ocupando como humanos.
“La verdadera inteligencia no está solo en los algoritmos, sino en cómo elegimos usarlos como sociedad.”
¿Y tú, dónde estás ahora?
No importa si acabas de empezar o si ya llevas tiempo integrando la IA en tu día a día. Lo esencial es que estés eligiendo tu relación con ella de forma consciente. Que no la vivas como una imposición, sino como una posibilidad. Como un camino que puedes recorrer a tu manera, con tu ritmo, pero sin quedarte fuera.
Porque si hay algo que esta revolución nos recuerda es que la peor estrategia no es equivocarse… sino quedarse quieto.
“El futuro no está escrito. Pero sí se entrena.”
Tres ideas para llevarte hoy:
- La IA ya está aquí. No es cuestión de si nos afectará, sino de cómo elegimos relacionarnos con ella.
- Comprenderla no requiere saber de tecnología, sino cultivar criterio y curiosidad.
- Lo más humano que podemos hacer frente a esta revolución… es conversar.
¡Ahora es tu turno!
Te invito a que compartas este artículo con alguien con quien te gustaría tener esta conversación pendiente. O simplemente, tómate unos minutos para responderte con honestidad: ¿en qué punto estás tú con la IA?
Y si algo de lo que has leído te resuena, te provoca o te inspira… cuéntamelo. Porque esta revolución se construye conversando.
#InteligenciaArtificial #IAConSentido #RevolucionSilenciosa #PensamientoCritico #FuturoConsciente

