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Carisma: ese arte sutil de estar presente
El carisma no es un don misterioso, sino una forma auténtica de estar presente y resonar con los demás desde la coherencia interna, la escucha profunda y la conexión genuina. Inspirado por la trayectoria de Raquel Roca y su enfoque sobre el knowmad y la presencia carismática, comprendí que el verdadero carisma no busca impresionar, sino habitar con conciencia cada gesto, palabra y silencio. Es una decisión cotidiana de mostrarse sin máscaras, de inspirar sin manipular, y de dejar que el lenguaje del ser hable más fuerte que cualquier discurso aprendido.
El carisma no es un don misterioso, sino una forma auténtica de estar presente y resonar con los demás desde la coherencia interna, la escucha profunda y la conexión genuina. Inspirado por la trayectoria de Raquel Roca y su enfoque sobre el knowmad y la presencia carismática, comprendí que el verdadero carisma no busca impresionar, sino habitar con conciencia cada gesto, palabra y silencio. Es una decisión cotidiana de mostrarse sin máscaras, de inspirar sin manipular, y de dejar que el lenguaje del ser hable más fuerte que cualquier discurso aprendido.

Hay voces que no se escuchan: se sienten. No importa que el medio sea una radio, un escenario o una conversación en un café. Lo que llega no es solo el contenido de lo dicho, sino la textura de lo que se transmite. Así fue mi primer encuentro con Raquel Roca, hace más de 10 años. Yo no la conocía aún personalmente, pero ya me habitaba su manera de hablar, la cadencia de sus silencios, la solidez de sus palabras.

Fue durante una entrevista en la radio donde escuché por primera vez la palabra “knowmad”. Y aunque el término me era desconocido, su significado me resultaba familiar. Como mentor y docente por entonces del Programa Telefónica Open Future de la Fundación Telefónica, ya venía hablando —sin nombrarlo así— de ese tipo de profesional nómada del conocimiento, adaptable, autónomo, curioso. Raquel lo explicó con tanta claridad, con tanta presencia… que supe al instante que tenía que seguirla de cerca.

Desde entonces, la vida se encargó de cruzarnos varias veces. Primero a través de varias entrevistas que le hice cuando colaboraba con Uniradio Jaén y disfruté profundamente. Luego, en un evento presencial en Granada, donde compartía escenario con Alex Miralles. Posteriormente, a finales de 2022, en una colaboración para grabar pequeñas píldoras de conocimiento sobre distintas temáticas relacionadas con la empleabilidad y el emprendimiento, que se trasladarían posteriormente a europarlamentarios del Parlamento Europeo. Recientemente, la hemos disfrutado en Jaén un par de veces, que por supuesto, no quise perderme.

Gracias a cada una de estas experiencias con Raquel, confirmé lo que ya intuía: el carisma no es solo una cuestión de voz o palabra. Es una forma de estar. Y Raquel sabe estar. Con el cuerpo, con la mirada, con esa energía que no interrumpe pero tampoco pasa desapercibida.

Pero ¿qué es, en realidad, el carisma? ¿Por qué algunas personas nos inspiran sin esfuerzo aparente? ¿Y qué ocurre en nosotros cuando comenzamos a reconocer nuestro propio brillo?

Más allá del mito: una mirada ontológica al carisma

Durante años, el carisma se interpretó como un don misterioso, una especie de regalo con el que unas pocas personas nacen y otras simplemente no. Pero esa lectura —además de injusta— es profundamente limitada. El coaching ontológico nos invita a ir más allá de los atributos personales y mirar el carisma como una práctica relacional. No es algo que “tengo” o “no tengo”, sino una forma particular de resonar en los demás desde cómo me habito a mí mismo.

Desde esta mirada, el carisma no es una máscara, sino una coherencia interna que se expresa en todos los dominios del ser: en el cuerpo que se muestra presente, en la emocionalidad que se comparte sin impostura, y en el lenguaje que conecta desde lo que importa.

Presencia. Esa es la clave. Estar. Habitar el momento. Respirar con quien me escucha. Mirar sin invadir. Nombrar lo necesario. Escuchar sin planear la respuesta. Es una forma de ofrecerse al mundo sin necesidad de deslumbrar. Porque el carisma genuino no se impone: se ofrece. No busca aplausos, sino conexión.

Y aquí aparece una distinción crucial: el carisma manipulador (que encanta desde la estrategia) y el carisma genuino (que convoca desde la autenticidad). Mientras el primero actúa como un vendedor persuasivo, el segundo opera como una fuente de inspiración silenciosa. ¿Has sentido alguna vez esa diferencia?

El día que me nombraron carismático

Durante mi último año de carrera, una conversación con varios compañeros y compañeras me sorprendió profundamente. Me dijeron que me veían como un referente. No por mis notas, ni por mis discursos, sino —me dijeron— por mi carisma. No supe qué responder. Me costaba identificarme con esa palabra. ¿Carismático yo?

Aquello sembró una inquietud que tardé en procesar. Empecé a observar mis conversaciones, mi forma de entrar a una sala, mis vínculos. ¿Era posible que sin darme cuenta hubiera desarrollado una forma de estar que inspirara a otras personas? ¿Y si el carisma no era otra cosa que la consecuencia de habitarse con coherencia?

Ese fue el inicio de una transformación. Comencé a darme permiso para confiar más en mi forma de ser, en mi manera de mirar la vida, en mis silencios. Dejé de querer parecerme a los “líderes convencionales” y empecé a preguntarme: ¿qué significa ser referente desde lo que soy?

Quizás el carisma tiene mucho más que ver con la honestidad que con la oratoria. Con la capacidad de mostrarse vulnerable, de sostener una pausa sin incomodidad, de decir “no sé” sin culpa. Porque cuando una persona es fiel a su esencia, sin necesidad de demostrar ni de esconder, algo en quienes la rodean se activa. No es admiración. Es resonancia.

Una conversación pendiente con Raquel

Hace poco tuve la oportunidad de entrevistar de nuevo a Raquel Roca, esta vez con motivo de su último libro: El poder del carisma. Fue una conversación luminosa, generosa, profundamente inspiradora. Hablamos de lo que significa cultivar esta habilidad en un mundo cada vez más automatizado. De cómo, en la era de la inteligencia artificial, lo que nos hace humanos se vuelve más valioso que nunca.

Raquel sostiene que el carisma no es un don innato, sino una habilidad entrenable. Y lo argumenta con una estructura que me encantó: las Cuatro P’s del Carisma —Personalidad, Pensamiento, Palabra y Presencia— y un modelo llamado Black J.A.G.U.A.R. que ofrece herramientas prácticas para desarrollar nuestra capacidad de influir positivamente sin manipular.

Te invito a escucharla. De verdad. Porque hay algo en su forma de nombrar las cosas que no se enseña en ningún máster, pero se aprende con el cuerpo. Aquí tienes el enlace directo al episodio de Pioneros en Spotify: 🎧 Escuchar “El poder del carisma” con Raquel Roca

Te aseguro que no solo vas a comprender mejor el concepto, sino que vas a reconocerte en muchas de las ideas que Raquel comparte. Porque todas las personas, en algún momento, hemos sido magnéticas sin querer. Y quizá ya va siendo hora de dejar de hacerlo sin querer.

¿Y si el carisma fuera una decisión?

En las clases de coaching, a menudo preguntamos: “¿Qué observador estás siendo?” Aplicado al carisma, podríamos reformular la pregunta así: ¿Qué presencia estás ofreciendo al mundo?

Porque el carisma no es solo una cualidad que las otras personas perciben. Es también una postura que elijo adoptar frente a la vida. Una forma de habitar mi cuerpo, mis emociones, mis palabras. Y eso se puede entrenar.

Te propongo un pequeño ejercicio:

  • Piensa en alguien que consideres carismático o carismática. ¿Qué hace que esa persona te inspire?
  • Ahora recuerda un momento en el que tú te hayas sentido pleno en coherencia, en sintonía con tu entorno. ¿Cómo era tu cuerpo? ¿Tu tono de voz? ¿Qué emociones te habitaban?
  • Por último, pregúntate: ¿qué espacio necesito para que ese yo carismático pueda expresarse más a menudo?

El carisma no se activa con técnicas, sino con consciencia. Se trata de dar un paso atrás del personaje que intentamos sostener y permitir que emerja lo esencial. Eso que no necesita gritar para ser escuchado. Lo que habla incluso cuando callamos.

El arte de resonar

Decía Raquel en una entrevista: “Ya no se trata de escribir bien, sino de escribir con significado.” Ya no se trata de parecer interesante, sino de conectar desde lo significativo.

En un mundo que nos empuja a ser visibles, quizás el verdadero acto revolucionario sea aprender a estar presentes. No para destacar, sino para acompañar. No para convencer, sino para resonar. No para gustar, sino para habitar(nos).

Y tú, ¿qué presencia ofreces cuando entras en una sala? ¿Dónde escondes tu carisma cuando te dices que no eres suficiente? ¿En qué espacios te permitirías brillar sin excusas ni máscaras?

El carisma es ese arte sutil de estar. De ocupar tu lugar sin pedir permiso. De inspirar sin empujar. De mirar sin evaluar. Y sí, también de hablar, pero sobre todo, de escuchar.

Porque al final, lo que realmente transforma no es la fuerza de nuestras palabras, sino la profundidad de nuestra escucha. Y quizás ese sea el superpoder más humano que tenemos.

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Víctor Figueroa
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