You need to enable JavaScript to use the communication tool powered by OpenWidget

Certificarse no es un trámite: es una forma de cuidar

Certificarse no es un trámite: es una forma de cuidar
Ayer, al terminar mi clase semanal de coaching ontológico, sentí en el cuerpo una reflexión que llevaba tiempo gestándose. Hablábamos sobre la enorme responsabilidad de acompañar procesos humanos, y recordé con fuerza otro espacio que también he habitado con intensidad: el proyecto EmprendeComp. Desde Andalucía Emprende hemos logrado diseñar un itinerario formativo ambicioso, con la implicación de decenas de profesionales comprometidos. Y lo que me llena de orgullo es que lo hicimos estandarizando con sentido, no para limitar, sino para garantizar calidad, coherencia y cuidado. Esa misma mirada la aplico al coaching: ejercer sin formación certificada no es una opción responsable. No se trata de coleccionar títulos, sino de honrar la práctica, de sostenerla con método, ética y comunidad. Certificarse es cuidar: al otro, a la profesión, a uno mismo. Por eso defiendo que estandarizar —cuando se hace con propósito— no encorseta, sino que sostiene y potencia. Porque en lo profundo, tanto en el coaching como en la formación emprendedora, el verdadero impacto ocurre cuando unimos conciencia, preparación y sentido.
Ayer, al terminar mi clase semanal de coaching ontológico, sentí en el cuerpo una reflexión que llevaba tiempo gestándose. Hablábamos sobre la enorme responsabilidad de acompañar procesos humanos, y recordé con fuerza otro espacio que también he habitado con intensidad: el proyecto EmprendeComp. Desde Andalucía Emprende hemos logrado diseñar un itinerario formativo ambicioso, con la implicación de decenas de profesionales comprometidos. Y lo que me llena de orgullo es que lo hicimos estandarizando con sentido, no para limitar, sino para garantizar calidad, coherencia y cuidado. Esa misma mirada la aplico al coaching: ejercer sin formación certificada no es una opción responsable. No se trata de coleccionar títulos, sino de honrar la práctica, de sostenerla con método, ética y comunidad. Certificarse es cuidar: al otro, a la profesión, a uno mismo. Por eso defiendo que estandarizar —cuando se hace con propósito— no encorseta, sino que sostiene y potencia. Porque en lo profundo, tanto en el coaching como en la formación emprendedora, el verdadero impacto ocurre cuando unimos conciencia, preparación y sentido.

Ayer, al final de mi clase semanal de coaching ontológico, sentí la necesidad de compartir una reflexión que me nació del cuerpo. De esas que llegan después de estar habitando un tema durante semanas, incluso meses, y que un día simplemente encuentran palabras.

Hablábamos de la responsabilidad que conlleva acompañar a otras personas en sus procesos. De lo delicado que es intervenir en el mundo emocional, en las creencias, en los quiebres existenciales. Porque el coaching, cuando se ejerce con sentido, no es un juego de técnicas ni una conversación simpática. Es una práctica poderosa que toca lo más profundo de quien la recibe.

Y justo en ese momento, se me vino a la mente otro espacio que también he habitado con intensidad: el proyecto EmprendeComp.

Desde Andalucía Emprende, Fundación Pública Andaluza, hemos puesto en marcha un ambicioso itinerario de formación para personas emprendedoras, con el objetivo de estandarizar la manera en que acompañamos, formamos y generamos impacto. Lo hemos hecho con seriedad, con método, con la participación de 35 equipos de trabajo que, a pesar de la carga laboral, han aportado generosamente su tiempo, experiencia y compromiso.

Gracias a ese esfuerzo, ya hemos desarrollado 13 webinarios que están siendo muy bien valorados por las personas asistentes, y que se completarán con el resto a partir de septiembre. Es un proyecto que me llena de orgullo, porque demuestra que cuando estandarizamos con propósito, no encorsetamos: multiplicamos valor.

¿Qué significa estandarizar con sentido?

Vivimos en una época donde la palabra “estandarización” suele asociarse con burocracia, pérdida de creatividad o rigidez. Pero cuando hablamos de procesos que afectan la vida de las personas —como lo es el acompañamiento emprendedor o el coaching—, estandarizar no es una limitación: es una garantía.

Significa que todas las personas que reciben un servicio formativo, sin importar quién lo facilite o en qué parte del territorio se encuentren, tendrán acceso a la misma calidad de contenido, a una estructura pedagógica clara, a un lenguaje compartido.

Significa también que quienes facilitamos esos procesos nos alineamos en criterios éticos, metodológicos y profesionales. Que no improvisamos. Que reconocemos la importancia de lo que hacemos y lo asumimos con el respeto que merece.

El coaching y el riesgo de la improvisación

Volviendo al coaching, hay algo que me preocupa desde hace tiempo y que quiero decir con claridad: ejercer el coaching sin formación certificada es un acto de irresponsabilidad.

Sí, lo digo así de claro. Porque no basta con tener buenas intenciones, leer un par de libros o haber vivido procesos personales intensos. El coaching no se trata de compartir experiencias o dar consejos. Es una práctica profesional que requiere competencias específicas, entrenamiento riguroso y supervisión ética.

Cuando alguien ofrece servicios de coaching sin haber pasado por una formación certificada, lo que está haciendo —aunque no lo pretenda— es poner en riesgo a la persona que acompaña. Porque no sabe, por ejemplo, cómo distinguir un quiebre emocional de una situación que requiere atención clínica. Porque no maneja las distinciones lingüísticas que nos permiten intervenir sin manipular. Porque no ha desarrollado la escucha ontológica que se necesita para respetar, de verdad, el mundo del otro.

La certificación no es un papel

Sé que puede sonar fuerte. Pero es necesario decirlo. No se trata de elitismo ni de cerrar puertas. Al contrario: se trata de proteger una práctica que tiene un potencial transformador enorme, y que no puede ser banalizada.

Certificarse no es acumular diplomas. Es demostrar que te has preparado, que has reflexionado, que has practicado, que has fallado y corregido, que has tenido la humildad de recibir feedback y la valentía de mirarte en el espejo de otras personas.

Es también formar parte de una comunidad profesional que se compromete con estándares éticos. Que sabe que cada sesión de coaching es un acto de confianza profunda, y que por tanto exige integridad, cuidado y coherencia.

Estándares que sostienen, no que limitan

Cuando digo que estandarizar es una forma de cuidar, me refiero justamente a esto: a que los estándares, cuando están bien diseñados, no constriñen la libertad del profesional. La sostienen.

Le dan un marco dentro del cual puede moverse con creatividad, con autenticidad, pero sin caer en el riesgo de hacer daño sin querer.

En EmprendeComp lo hemos visto con claridad. Las personas formadoras siguen siendo ellas mismas, con su estilo y su presencia. Pero ahora cuentan con materiales unificados, metodologías probadas, plantillas que les ahorran tiempo, indicadores que permiten evaluar el impacto.

Y lo más importante: saben que no están solas. Que forman parte de algo más grande. Que lo que hacen tiene sentido dentro de una estrategia compartida.

La confianza se construye con método

En coaching decimos que el cuerpo no miente. Yo añadiría que el cuerpo también necesita confianza para abrirse. Y esa confianza se construye no solo con calidez, sino también con método.

Por eso, cuando una persona acude a un proceso de coaching, merece saber que quien le acompaña ha sido formado/a bajo criterios profesionales, que responde ante un código ético, que cuenta con herramientas contrastadas.

No porque eso garantice resultados mágicos —el coaching no promete milagros—, sino porque al menos garantiza un marco de seguridad emocional, de respeto mutuo, de responsabilidad compartida.

¿Y si dejamos de improvisar?

Este artículo no busca señalar a nadie. Busca, más bien, provocar una conversación honesta. Una conversación sobre el tipo de profesionales que queremos ser, sobre el impacto que generamos (o no) con cada palabra, cada silencio, cada acto de acompañamiento.

¿Y si dejamos de romantizar la improvisación?

¿Y si empezamos a valorar la preparación rigurosa como un acto de amor?

¿Y si entendemos que estandarizar no es limitar la libertad, sino cuidar la calidad de lo que ofrecemos?

Yo lo veo cada semana, en mi oficina. Lo veo también en los webinarios de EmprendeComp. Y lo he sentido en carne propia cuando he sido acompañado por profesionales que sabían lo que hacían.

Por eso insisto: certificarse no es un trámite. Es una forma de cuidar. De cuidarte como profesional. De cuidar a quienes te confían sus procesos. Y de cuidar el futuro de una práctica que merece ser ejercida con conciencia, con respeto y con sentido.

#CoachingOntológico #CertificaciónProfesional #EstandarizaciónConSentido #ResponsabilidadÉtica #BitácoraOntológica

Compartir entrada en:

Newsletter

Accede a contenidos clave sobre Inteligencia Artificial, emprendimiento y transformación personal.​

Víctor Figueroa
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.