You need to enable JavaScript to use the communication tool powered by OpenWidget
Pensar es un acto de responsabilidad
En un mundo dominado por la inmediatez, la inteligencia artificial nos promete eficiencia y comodidad, pero también puede alejarnos de lo más esencial: nuestra capacidad de pensar con presencia, profundidad y conciencia. No se trata de renegar de la tecnología, sino de cuestionar si la estamos usando para crear y reflexionar… o solo para distraernos más rápido. A medida que delegamos tareas, ideas y decisiones a sistemas inteligentes, corremos el riesgo de diluir nuestra voz y desconectarnos de nosotros mismos y de los demás. Pensar, hoy, se ha convertido en un acto de resistencia: una forma de recuperar el foco, la creatividad y el sentido. La verdadera revolución no será tecnológica, sino humana.
En un mundo dominado por la inmediatez, la inteligencia artificial nos promete eficiencia y comodidad, pero también puede alejarnos de lo más esencial: nuestra capacidad de pensar con presencia, profundidad y conciencia. No se trata de renegar de la tecnología, sino de cuestionar si la estamos usando para crear y reflexionar… o solo para distraernos más rápido. A medida que delegamos tareas, ideas y decisiones a sistemas inteligentes, corremos el riesgo de diluir nuestra voz y desconectarnos de nosotros mismos y de los demás. Pensar, hoy, se ha convertido en un acto de resistencia: una forma de recuperar el foco, la creatividad y el sentido. La verdadera revolución no será tecnológica, sino humana.

La inteligencia artificial nos promete una vida más cómoda, más rápida, más eficiente. Cada día se multiplican las herramientas que automatizan tareas, nos ahorran tiempo y nos dan la ilusión de que vivimos más ligeros. Pero hay algo que se está perdiendo en ese camino, algo invisible, silencioso, difícil de cuantificar: nuestra capacidad de pensar.

Pensar no como un simple proceso biológico, sino como un acto voluntario, profundo, incómodo y transformador. Pensar como sinónimo de estar presente, de hacerse preguntas, de tomar decisiones con conciencia.

Pensar, en estos tiempos, se ha convertido en un acto de responsabilidad.

Hace dos veranos, me perdí a mí mismo

Recuerdo perfectamente ese momento. Era verano, tenía algo de tiempo libre, pero no conseguía desconectar. Abría un libro y a los cinco minutos me sentía incómodo. Leía una frase y ya estaba cogiendo el móvil. Me costaba concentrarme, saltaba de una cosa a otra, y lo más inquietante era que empezaba a aceptarlo como algo inevitable.

Me daba cuenta de que no solo estaba dejando de leer… estaba dejando de habitar mi mente. Me costaba generar ideas propias. Me costaba aburrirme. Me costaba pensar en silencio.

Y entonces lo supe: algo estaba pasando con mi atención. Algo importante.

Empecé a investigar. A escucharme. A tratar de entender cómo había llegado hasta ahí. Y fue en ese camino que descubrí el libro El valor de la atención de Johann Hari.

“Nos están robando el foco”: la advertencia de Johann Hari

En ese libro, Hari cuenta su propia experiencia: cómo notaba que su mente se fragmentaba, que su capacidad de atención se erosionaba poco a poco. Y cómo descubrió que no era el único. Que algo estructural estaba ocurriendo.

“Nuestra capacidad de atención no ha colapsado. Ha sido robada.”

Eso escribe. Y no exagera.

Hari pasó tres años investigando qué estaba afectando a nuestra atención. Entrevistó a neurólogos, psicólogos, educadores, tecnólogos. Y descubrió que hay al menos doce causas claras y documentadas que están deteriorando nuestra capacidad de concentración. Algunas individuales, muchas estructurales.

📌 Exceso de distracción digital.

📌 Interrupciones constantes.

📌 Diseño adictivo de plataformas.

📌 Contaminación del sueño.

📌 Sobrecarga de trabajo.

📌 Saturación de información superficial.

📌 El propio modelo de negocio de las grandes tecnológicas.

“Estamos viviendo en un sistema que, todos los días, se dedica a verter ácido sobre nuestra atención.”

La IA: una nueva promesa… ¿o una trampa más?

Y en medio de todo esto, aparece la inteligencia artificial. Y con ella, una nueva promesa: que todo será más fácil. Más rápido. Que no necesitaremos pensar tanto. Que bastará con pedirle algo al sistema y lo obtendremos en segundos.

Y es verdad: la IA nos ayuda. Nos ahorra tiempo, sintetiza información, nos hace más productivos.

Pero aquí está el dilema: ¿qué estamos haciendo con el tiempo que nos ahorra? ¿Lo estamos usando para crear, reflexionar, aprender, conectar… o para distraernos más rápido y pensar menos?

“Una vida llena de distracciones es una vida mermada… Una vida en la que acabamos perdiéndonos a nosotros mismos.” – Hari

La IA no es el problema. El problema es cómo la usamos.

El riesgo de diluirnos en lo automático

Cada vez escribimos menos. Le pedimos a ChatGPT que lo haga. Cada vez recordamos menos. Confiamos en Google, en asistentes digitales, en alertas. Cada vez elegimos menos. Las plataformas nos recomiendan todo: qué leer, qué ver, qué pensar.

Y lo hacemos sin maldad, por inercia. Por agotamiento. Porque es cómodo. Porque todos lo hacen.

Pero poco a poco, sin darnos cuenta, vamos cediendo nuestro juicio, nuestra creatividad, nuestro pensamiento.

Y cuando eso ocurre, dejamos de poner nuestra esencia en lo que hacemos. Dejamos de dejar huella. Y eso tiene un precio: nos desconecta de los demás.

“Sin atención, no hay conexión. Y sin conexión, no hay comunidad.” – Hari

Pensar cuesta. Pero no hay otra forma de vivir con conciencia

Pensar no es solo analizar datos. Pensar es recordar quién eres, decidir hacia dónde vas, ser capaz de decir “esto lo creo yo”, “esto lo escribí yo”, “esto lo siento yo”.

Pensar requiere presencia. Requiere foco. Requiere silencio.

Y todo eso está en peligro si no lo cultivamos activamente. Porque no es automático. No es espontáneo. Es un acto que hay que practicar. Una responsabilidad que hay que ejercer.

“No se trata solo de recuperar la atención individual. Se trata de reclamar un mundo en el que pensar no sea un lujo.” – Hari

¿Qué podemos hacer?

Aquí no se trata de volver a la vida analógica ni de rechazar los avances. Se trata de redefinir nuestra relación con la tecnología y con nosotros mismos.

Cinco gestos concretos para empezar a recuperar la atención:

  1. Diseña tu día con intención. No vivas en modo reacción.
  2. Reserva momentos sin pantallas. Aunque solo sean 20 minutos al día.
  3. Escribe. A mano. Con tus palabras. Recupera tu pensamiento.
  4. Lee libros exigentes. Tu cerebro lo agradecerá.
  5. Deja que el aburrimiento te visite. Es ahí donde aparecen las ideas.

La tecnología es una aliada poderosa. Pero no puede ser nuestra identidad. Podemos usarla sin renunciar a nuestra humanidad.

¿Y tú, cómo estás cuidando tu atención?

Hoy quiero invitarte a pensar conmigo.

📢 ¿Has sentido que te cuesta más concentrarte?

📢 ¿Usas la IA para ayudarte a pensar… o para evitarlo?

📢 ¿Qué podrías cambiar en tu rutina para recuperar tu foco?

Responde en los comentarios o mándame un mensaje. Este espacio, De cero a IA, también es un refugio para eso: para pensar juntos. Con honestidad. Con profundidad. Con la certeza de que aún estamos a tiempo.

Porque la verdadera revolución no es tecnológica. Es humana.

#AtencionPlena #BrechaCognitiva #IAConSentido #DeCeroAIA #InteligenciaArtificial #HumanismoDigital #IA

Compartir entrada en:

Newsletter

Accede a contenidos clave sobre Inteligencia Artificial, emprendimiento y transformación personal.​

Víctor Figueroa
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.