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El miedo que me frenó… y el que me salvó
Hubo un tiempo en que el miedo gobernaba mis decisiones disfrazado de prudencia o exceso de análisis, frenándome incluso frente a proyectos que me ilusionaban profundamente. Descubrí que no era la falta de capacidades lo que me detenía, sino la falta de confianza en mí mismo. El miedo, lejos de ser el enemigo, es una señal que nos alerta de que algo valioso está en juego; si sabemos escucharlo, puede impulsarnos en lugar de bloquearnos. Aprendí a distinguir entre el miedo funcional, que me prepara, y el paralizante, que me limita, y comprendí que no se trata de eliminar el miedo, sino de avanzar con él a nuestro lado, transformándolo en aliado en lugar de carcelero.
Hubo un tiempo en que el miedo gobernaba mis decisiones disfrazado de prudencia o exceso de análisis, frenándome incluso frente a proyectos que me ilusionaban profundamente. Descubrí que no era la falta de capacidades lo que me detenía, sino la falta de confianza en mí mismo. El miedo, lejos de ser el enemigo, es una señal que nos alerta de que algo valioso está en juego; si sabemos escucharlo, puede impulsarnos en lugar de bloquearnos. Aprendí a distinguir entre el miedo funcional, que me prepara, y el paralizante, que me limita, y comprendí que no se trata de eliminar el miedo, sino de avanzar con él a nuestro lado, transformándolo en aliado en lugar de carcelero.

Hubo una época en la que el miedo me visitaba más de lo que me gustaría admitir. A veces lo disfrazaba de prudencia. Otras, de análisis. De “necesito pensarlo mejor”. Pero la verdad era otra: no me atrevía a dar el paso.

Recuerdo una vez, en un proyecto que me ilusionaba profundamente, que estuve a punto de decir que no. No porque no quisiera. No porque no supiera. Sino porque sentía que no iba a estar a la altura. Y eso me paralizó.

Durante días me repetí todos los “y si…” Y si me equivoco. Y si no estoy preparado. Y si me sale mal. Y si…

Y en ese “y si”, se me estaba escapando una oportunidad.

El miedo no es el problema

Durante mucho tiempo pensé que el miedo era algo que había que eliminar. Que era una emoción incómoda, disfuncional, inútil. Hasta que entendí algo que me cambió la perspectiva:

el miedo es una señal, no un enemigo.

Nos avisa que percibimos un peligro. A veces es real. Otras veces, no tanto. Pero siempre tiene un mensaje: hay algo importante en juego.

Y si sabemos escucharlo, puede convertirse en un gran aliado.

¿Qué parte de mí necesita protección?

En coaching ontológico decimos que el miedo aparece cuando sentimos que hay una desproporción entre lo que se exige y los recursos que creemos tener. Y ahí está la clave: lo que creemos tener.

Porque muchas veces sí tenemos lo necesario. Lo que nos falta es confiar en ello. O pedir ayuda. O dar el primer paso para descubrir que no estábamos tan lejos.

Miedo funcional vs. miedo paralizante

El miedo puede salvarte de un peligro. Pero también puede encerrarte en una zona de seguridad tan cómoda… que se vuelve prisión.

He aprendido a distinguirlos: El miedo funcional me invita a prepararme. El miedo paralizante me hace dudar eternamente.

Uno me cuida. El otro me limita.

Y lo que marca la diferencia es cómo converso con esa emoción.

💬 Y tú, ¿qué haces cuando el miedo te visita?

¿Lo reprimes? ¿Lo ignoras? ¿Lo justificas? ¿O te permites escucharlo… y actuar con él a tu lado?

Porque el miedo no desaparece cuando empiezas. Desaparece cuando avanzas.

#GestiónEmocional #Miedo #AprendizajeTransformacional #BitácoraOntológica #Autoliderazgo

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Víctor Figueroa
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